Es un jurista asturiano, nacido en Ribadesella, fue la más vigorosa en las deliberaciones de los constituyentes. Las convicciones de Argüelles quedaron claras en sus piadosos alegatos contra dos de las herencias de la España imperial, la esclavitud y la tortura. El artículo 303 de la Constitución recogería la abolición del tormento. No consiguió que la Constitución recogiera sus demandas, pero en las conciencias de sus compañeros de cortes dejó clavadas sus palabras: «Comerciar con la sangre de nuestros hermanos es horrendo, es atroz, es inhumano», denunció. Lo avanzado de su discurso tuvo como límite evitar la colisión frontal con las clases propietarias. Abocado al exilio con la restauración del absolutismo tras el regreso de Fernando VII, volvió a España para participar en la redacción de la Constitución de 1837. Murió en 1844. Sin duda, merece ser reconocido como uno de los padres del liberalismo español.
José de Espiga
Fue uno de los diputados por el Principado de Cataluña en las Cortes de Cádiz. Uno de los doce hombres de la Comisión que redactó el borrador constitucional, sin su respaldo las tesis de Argüelles habrían tenido mucho más complicado imponerse frente a la oposición de los más adictos al absolutismo. A Espiga le exasperaban los debates cuando se eternizaban encallados en lo que para él eran minucias doctrinales. Al final, los trabajos concluyeron con éxito y el impaciente Espiga vio su nombre grabado en los anales de la historia. Tras contribuir a alumbrar «La Pepa», Espiga fue evolucionando hacia posiciones más conservadoras y, sobre todo, más en línea con lo propugnado por el Papa. Falleció en 1824 en Tierra de Campos, Palencia.
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